miércoles, 27 de febrero de 2013

La salida, de vuelta al club

HUIDA EXTRATERRESTRE


escapar-de-una-comisaría
Jonás había desaparecido como siempre, en cuanto mirabas hacia otro lado adiós, se perdía entre el humo o las sombras como si hubiera formado parte de ellas siempre, supuse tenía que pasar por algún sitio y dejar algo antes de llegar a la comisaría, siempre llevaba artilugios o petas y seguro no querría entrar en comisaría con algo por lo que le pudieran dejar dentro, o eso pensé.


Aparqué justo en frente de la entrada, el móvil empezó a sonar, era Elisa desde el club, que no se podían creer lo que estaban viendo, en el vídeo se veía cómo hacían experimentos con humanos de diversos tipos, estaban alborotados, podía oír cómo se lamentaban mientras veían el vídeo, sonaban instrumentos, a veces gritos, silencio. De repente se oyó como una descarga entre gritos, Elisa gritando decía que el "pelotas" había recibido una descarga "desde" la pantalla, que estaba ardiendo y se cortó la llamada.

Joder, vaya día, en ese momento me alegré, porque veía saliendo de comisaría a Antonio, acompañado por un par de agentes cuando un coche entró en el aparcamiento muy deprisa, chirriaban las ruedas y se podía ver cómo los sistemas de frenado y suspensión hacían que el vehículo pudiera hacer un trompo mientras dos mulos salían pegando tiros como vaqueros contra Antonio y los policías.

En un abrir y cerrar de ojos habían matado a los acompañantes de Antonio, estaba aterrado, jamás había estado en una situación así, los gorilas se acercaron donde estaba Antonio y parecía que estaban hablando con él, levantaron sus armas y justo cuando lo iban a matar un chop chop desparramó sus cabezas.

Jonás a menos de 1500 metros con un rifle es letal y no creo que estuviera a menos de veinte, por una vez me alegré de conocer personas hasta del infierno, como él decía. Como un relámpago había llegado a Antonio y le traía hacia mí, en un segundo estaban dentro del coche, me había apartado del lado del conductor y había salido chillando ruedas del aparcamiento de la policía nacional. Perdidos entre callejuelas en Madrid redujo la marcha y dijo, tenemos que regresar al club.

Antonio parecía que había recibido una paliza, no entendía nada, decía que le habían pedido el disco, que sabían que lo tenía y que iban a matarle, estaba histérico, pero de repente metió su mano en el bolsillo de aquel vistoso albornoz y con cara de sorpresa dijo, "joder, si tengo el disco".

Les conté que me habían llamado y lo que sucedió, que estaba preocupado por lo fácilmente que estábamos muriendo sin saber por qué, aunque seguro, pensábamos, experimentar con humanos por farmacéuticas, corporaciones o con trasplantes de órganos les daría unos jugosos beneficios por los que sin duda, nos estaban matando.

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